22:04 Yo: huuuyyyy ceci!!
22:05 mi amor! ¿dónde estás???
te hacía en el paují
cecilia: en el paujiiiiiiiiiiii
22:06 feliz!!!!!!!!!!!!!!
besote, cierran
besote, cierran
Yo: ya hay itnerneeet?????????
ceci ceci cecciiiiçdecime
HAY INTERNET???
Esta fue toda mi comunicación con Ceci hace un par de días. Sin embargo, el vértigo del chat no impidió que supiera lo que quería saber: Ceci volvió a casa, a su casa temporaria en el tepuy, a sus chanchos y sus noches con techo de estrellas. Feliz ella y tranquila yo, me dispongo a contar lo que viví en ese lugar.
El Paují está definitivamente apartado del mundo. Quizás ésta sea una de las claves de su hermosura, una hermosura que sobrevuela las mesetas y los caminos, se mete en las grietas y aflora por las orquídeas. Ese lugar junta la potencia vital del agua con el silencio brutal del abismo, y la vejez de la roca con la juventud de la comunidad que lo habita.
Los viejos en El Paují tienen mi edad. Según cuenta José Vicente, llegaron en los sesenta siguiendo un plan de colonización, "Jóvenes al sur", iniciativa del presidente de turno que de ese modo, respondía a las inquietudes de algunas familias de la oligarquía caraqueña cuyos hijos se apartaban de las sanas costumbres. Así, los tepuyes de la recóndita Venezuela, recibieron a un grupo de jóvenes interesados en practicar el amor y paz entre nubes de hachís y marihuana. Pero aquella pequeña comunidad hippie encontró otra presencia humana antigua en esa tierra: los pemones. Ellos habitaban la Gran Sabana desde tiempos inmemoriales.
Los primitivos habitantes de El Paují, son fácilmente reconocibles por su estatura y forma de andar.
Los criollos forman un grupo de élite, con alta presencia de europeos afincados o en tránsito más o menos regular. Construyen casas de piedra y madera, con diseños dignos de revista de arquitectura; combinando las comodidades de una casa convencional con la impronta rústica del lugar. Para nuestro asombro, no tienen cerramientos. Puertas y ventanas son espacios abiertos al exterior por donde entra la naturaleza cómo y cuándo quiere.
El pueblo se reduce a un boliche (“lo de Chicho”), dos bodegas (almacenes), una escuela-liceo, una carpintería, una tiendita y alguna otra cosa que no llegué a registrar. Las quinientas almas (con sus respectivos cuerpos :-)) se autorregulan. No hay policía en El Paují.
La vida allí, parece relajada. Apicultura y elaboración de productos derivados de la miel, campings y posadas, conforman las actividades fuertes. Seguramente la jornada sigue el ritmo del sol. La planta generadora de electricidad en “El Vergel”, el fundo donde vivía Ceci cuando estuvimos en febrero, funcionaba de 19 a 22. A esa hora, salvo que fuera noche de rumba, la oscuridad y el silencio invitaban a buscar la almohada.
Sobre lo que vi en El Paují, hay mucho para decir. Roraima, pozos y cascadas, raffting, araguatos, deseos enviados al abismo… Confío en que aparezcan las fotos y entonces completaré el relato.
Dejo para el final un parrafito sobre El Paují-de-Ceci (te extraño, hija). Es un párrafo de asombro y rara alegría. Hasta que estuve allí, no sabía que Cecilia había trabajado tanto. La tierra es dura. Y el sol. Y Ceci encaró recogiendo alambres abandonados en el campo, cavando pozos, acarreando piedras, clavando estacas. Con Laura construyeron la porqueriza (¡famosa porqueriza!) para Gingi, la chancha madre, ahora felizmente preñada; Cala, la bebota pecosita de Chechu; y Sal, la pequeña que completa el trío. Estos animales son el proyecto primo de Laura, socia-jefa-instructora de Ceci y de alguna manera, compañera de viaje espiritual de mi hija en El Vergel.
Hoy es dos de abril. Ayer hablé con Ceci y todavía no encuentro acomodo. Sigue allí, contenta, haciendo su historia mientras nosotros aquí, no paramos de extrañarla.
[Y esto es para vos Paují: Voy a volver. Voy a recorrerte otra vez sólo pa putearte... y quizás, quiiizás para admirarte un poquito más] ~
31.05.11
Fotos recuperadas! Acaba de llegar Rayito del Paují con los cds... y ropa y libros de Ceci que anuncian el día feliz que está llegando
Están aquí